La escuela, junto a sus materias claves, nunca pasan desapercibidas en nuestros años de adolescencia; creando momentos especiales que se quedan contigo hasta la adultez. En este artículo, recordando mis años escolares, les cuento varias situaciones curiosas de la época y resalto algunas de las materias esenciales que han marcado mi vida.

Cuando recuerdo mi niñez y mis años de estudio, me viene a la memoria lo descomplicado que era el pueblo. Sus calles polvorientas, en sequía; y en época de lluvia todo cubierto de lodo, donde los zapatos se quedaban pegados en el barro y en algunas ocasiones llegábamos a la escuela con ellos desprendidos o en la mano, porque era más fácil caminar sin ellos. 

Había algo agradable en esa época y era compartir con los vecinos de nuestra edad, juegos en la calle todas las noches. Los papás contaban historias y anécdotas de sus vidas y esto hacía que el tiempo se pasara rápido. La mayoría de las veces no se contaba con luz eléctrica, no teníamos TV, mucho menos computadores, ni celular, todo esto nos llevaba a dormir temprano. No habían casi carros, mucho menos motos, sólo algunas bicicletas, por lo tanto, para ir a la escuela tocaba ir caminando; un buen ejercicio, por cierto.

La Escuela

La distancia a la escuela parecía eterna, pero nos encontrábamos con otros compañeros y era agradable conversar con ellos en el camino. La mayoría llevábamos los libros en bolsos de tela hechos por la mamá o algún miembro de la familia, o en maletines que tenían las primeras letras. El dinero de la merienda o del recreo, como le llamábamos, casi siempre lo invertimos en comprar leche en polvo que traían de algún programa del gobierno. Y los que lo administraban, viendo esa satisfacción en nuestras caritas al comerlo, se aprovechaban de esto, para vendernos más.

A la escuela íbamos las dos jornadas, mañana y tarde. Como vivía al otro extremo, a la entrada del pueblo, mis hermanos y yo nos quedábamos donde mis tías-abuelas almorzando. Por lo tanto, en este intermedio, repasaba las clases que vería en la tarde. Eran esas clases donde tenías que memorizar al pié de la letra y repetir a la profesora, ella, seguía en el libro lo que había dictado textualmente, con puntos y comas, para mirar si me equivocaba. Sí era el caso, tenía que volver a repetir desde el comienzo, hasta cuando repitiera igual el texto. Esto no era fácil para mí, así que después del almuerzo, me metía en una hamaca y meciéndome en ella, me ponía a repasar, para mejorar y sacar buenas notas. 

Me gusta leer, siempre lo he hecho. En mi tiempo libre leía la historia sagrada, con ello conocí la mayoría de los personajes de la Biblia. También leía lecturas del momento, como Pedrito y La Alegría de Leer. Desafortunadamente, Plato no contaba, ni cuenta aún, con una buena librería, donde se puedan escoger y comprar libros de interés.

Materias Fundamentales

Siempre me gustaron  las clases de Historia, Geografía y Ciencias Naturales, pero en estas se encuentran muchos datos y hechos que deben ser precisos, me costaba repetirlos, y sentía que podía hacerlo con mis propias palabras (ventaja que tienen ahora los estudiantes, quienes con la nueva metodología pueden analizar, argumentar y proponer nuevas ideas) por lo tanto, en algunos casos, mis calificaciones no eran muy buenas.

Una de las materias que recuerdo vi en la primaria, y fue fundamental en mi vida es Educación Cívica y Urbanidad. Con ella aprendí a tener buenos modales en todos los sitios. La maestra nos daba ejemplos claros y precisos, que hacen que ellos no se saquen de tu mente, estos los fui valorando y poniendo en práctica. Caminar mirando al frente y derecha, aquí el ejercicio consistía en colocarse un libro pesado sobre la cabeza y caminar en línea recta, sin dejarlo caer, era algo chévere, hacíamos competencias, la que mejor lo llevara. No hablar con la boca llena, no subir los codos a la mesa mientras se come, ayudar a los mayores, cuando estos no puedan con algunos paquetes u objetos. Quizás como competencia o para lucirnos delante de la profesora, cuando veíamos a una persona mayor con algo pesado, corríamos y la ayudábamos, aun siendo más débiles que ellas. Estar siempre pulcros, ser puntual y responsable. Palabras que no se olvidan, por decirlas constantemente la maestra: “si tienes que abrirte una brecha en la frente y meterte esas palabras, ¡hazlo!”. Estas, muchas veces se las he repetido a mis estudiantes y constantemente las recuerdo en todas mis actividades. Por tanto, me molesta cuando me citan a una reunión o actividad a determinada hora y esta comienza media o una hora después, ¿la excusa? hay que esperar que llegue la mayoría.

En Iniciación a las Ciencias Naturales, cosa que ahora veo sería avanzado, recuerdo esos álbumes que hacía, donde se recolectaban hojas y flores y en ellas se explicaban sus nombres y características en forma detallada. Era una manera de jugar aprendiendo, eso dirían ahora los grandes pedagogos.

Materias “Auxiliares”

Ya en secundaria, aún con doble jornada, asistíamos a las clases “fuertes o fundamentales” en la mañana y a las más “sencillas en la tarde” quizás para soportar el ardiente calor que hace en Plato. En las tardes estaban trabajos manuales, el bordado era lo más usual en esos años, hice desde fundas hasta manteles. Algunas hasta hace poco conservaba mi mamá, ¡qué telas de buena calidad!

Primeros Auxilios, no fue mi fuerte, pero en esa hora nos enseñaban a cómo actuar en  caso que ocurriera un accidente casero, cómo medir la temperatura, qué hacer en caso de una mordedura de perro, cómo colocar una venda, entre otros.

La Taquigrafía Gregg, la cual aún la utilizo cuando tengo que tomar apuntes rápidos o cuando no quiero que alguien sepa lo que escribo, todo esto, seguido por la mecanografía, que me sirvió de sustento, cuando me desempeñé como secretaria, por más de diez años.

Pero cómo no hablar de una materia que me marcó en la vida. Ahorro Escolar, era la forma más sencilla y práctica de aprender a administrar el dinero, era poco lo que recibía, para el recreo, por eso cuando tenía la clase y debía llevar la libreta donde estaban mis ahorros y estos tenían que haber aumentado, acudía a mis padres. Para consignar, tenía que hacerlo yo, era la forma de enseñarme a ser capaz de defenderme en estos aspectos. Ahora veo el valor de todo lo que aprendí con ella, sé gastar sólo lo necesario y cuando veo que algo pasa el valor, para adquirirlo y no es algo básico para mi en esos momentos, lo primero que se me viene a la cabeza es: ¡con esa plata! puedo comprar tantos pollos o libras de carne. El comercio te muestra muchas cosas, algunas innecesarias y te tienta a gastar. Esto lo aprendieron mis hijos, viendo las vivencias de sus padres. Ahora me siento orgullosa de verlos como administran su dinero y sus cosas materiales sabiamente. Además, ayudado por las clases de contabilidad que veían en secundaria.

“Tienes que tener siempre algo de dinero ahorrado para imprevistos”, frase sabia. No se sabe cuándo vas a necesitar para un viaje, una salidita o gastar algo extra.

Esto me lleva a concluir, que todo lo que se aprende en la escuela, colegio o universidad, por más pequeño o insignificante que parezca, en algún instante de la vida va a servir de ayuda. Como siempre nos ha dicho mi mamá: aprendan todo lo que puedan, en algún momento lo van a necesitar.

Referencias:

Foto principal tomada de: https://imgur.com/gallery/tCus7

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